La violencia obstétrica existe: negarla es otra forma de violencia
Comunicado conjunto de la Asociación Española de Psicología Perinatal (AEPP) y de la Sociedad Marcé Española de Salud Mental Perinatal-MARES, a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
La violencia de género es una epidemia más en nuestra sociedad; las cifras son claras, y los informes de la ONU indican que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia a lo largo de su vida.
La violencia contra mujeres y niñas supone una violación de los Derechos Humanos, la más generalizada en todo el mundo; y sus consecuencias a nivel físico, psicológico y social son de una extremada gravedad. Baste como ejemplo citar los datos de la ONU, que cifran en 137 el número de mujeres que son asesinadas por día en el mundo, a manos de sus parejas u otro familiar.
La crisis sanitaria por la COVID-19 ha agravado aún más la situación de violencia en la que viven muchas mujeres, no solo por tener que convivir con sus maltratadores, sino también por las dificultades para acceder a los recursos de ayuda necesarios.
Al hablar de violencia contra las mujeres, debemos hacer referencia a varios tipos o manifestaciones de la misma:
- Violencia económica.
- Violencia psicológica.
- Violencia social.
- Violencia emocional.
- Violencia sexual.
Y entre estos tipos de violencia, la AEPP y MARES queremos poner el foco en la violencia obstétrica, que afecta a las mujeres en los procesos relacionados con su salud sexual y reproductiva y ha llegado el momento de que deje de estar invisibilizada. No se trata de un hecho aislado, sino que, tal y como recogen diversos estudios, sus cifras alcanzan a más del 33% de las mujeres en nuestro país.
Aunque afortunadamente existen profesionales sanitarios sensibilizados con esta problemática y conscientes de la necesidad de erradicarla de sus consultas, todavía debemos denunciar la utilización de prácticas obsoletas, sin indicaciones médicas que las justifiquen, el trato deshumanizado, el maltrato verbal, la infantilización de las mujeres, entre otras manifestaciones de la violencia obstétrica.
Sin olvidar sus importantes consecuencias en la salud física y mental de las mujeres, sus hijos e hijas, tanto a corto, como medio y largo plazo. Sabemos y constatamos que muchas mujeres experimentarán trastornos de estrés postraumático tras sus partos, o desarrollarán tocofobia.
Si antes señalábamos que la situación generada por la COVID-19 supuso un agravante para la violencia contra las mujeres en general, también debemos recordar su relevancia en el caso de la violencia obstétrica. En algunos momentos de esta pandemia, no se permitió a las mujeres en situación de parto estar acompañadas por sus parejas o persona de su elección, se les separó sin causa justificada de sus bebés, se practicaron inducciones al parto sin razones médicas que las justificaran plenamente, entre otras acciones.
La atención adecuada a la mujer, su pareja y la familia tras la muerte fetal o perinatal también merece una mención importante en este día. Desgraciadamente, no todos los centros sanitarios disponen de protocolos basados en la evidencia en estos casos.
No obstante, reconocemos la labor de algunas asociaciones profesionales, y de profesionales individuales, que comprenden la magnitud de este problema, poniendo cada día todos sus esfuerzos para mejorar la calidad de la atención a las mujeres en sus procesos sexuales y reproductivos, sabiendo que la atención respetuosa al parto y nacimiento es todavía un objetivo por alcanzar para la obstetricia.
La violencia obstétrica existe: negarla es otra forma de violencia. Identificarla es el primer paso para erradicarla.