Cambios en el desarrollo de la percepción de las madres y los padres primerizos sobre el temperamento de sus hijos/as y la asociación con la salud mental de los progenitores
La presencia de síntomas depresivos en las madres y padres puede influenciar la maternidad y paternidad, la relación con el bebé y el temperamento del mismo. Si a causa de su estado emocional, las madres y padres no pueden satisfacer las necesidades de sus bebés, estos están en riesgo de desarrollar dificultades a nivel cognitivo y conductual, por lo que facilitar apoyo durante el período posnatal, tanto a las madres como a los padres, puede ser una estrategia de prevención eficaz para garantizar el correcto desarrollo del bebé.
El temperamento se define como el umbral de los bebés para la reactividad positiva y negativa y la intensidad de sus reacciones a los estímulos, siendo este un constructo biológico que puede moldearse a partir de las experiencias vitales y de la influencia del ambiente. El temperamento difícil se caracteriza por la presencia de afecto negativo, dificultades en la alimentación y el sueño, dificultades a nivel sensorial y problemas para ajustarse a estímulos nuevos. Estos rasgos constituyen un factor de riesgo para el posterior desarrollo de problemas emocionales y conductuales.
Se ha demostrado ampliamente que la ansiedad y depresión materna perinatal se asocian a mayores niveles de sensibilidad al estrés en bebés, así como a una regulación afectiva y cognitiva inadecuada. Es más, se ha demostrado que las madres deprimidas tienden a percibir a sus bebés como difíciles, posiblemente a causa de sus dificultades para captar las señales de sus hijos/as. Son muchos los estudios que ponen el foco sobre la ansiedad y depresión materna perinatal, pero cada vez es mayor el cuerpo de evidencia que sostiene que la ansiedad y depresión paterna también es un factor relevante para el desarrollo del bebé. Igual que las madres con ansiedad y depresión, los padres con dichas alteraciones también tienden a percibir a sus bebés como difíciles. Algunos autores confirman este hallazgo subrayando los problemas paternos internalizantes, el estrés asociado a la parentalidad y el temperamento del bebé como factores de riesgo para la capacidad de regulación emocional y conductual del niño/a.
No obstante, diversos académicos indicaron diferencias en las ratios de temperamento de los bebés según la influencia de las madres y de los padres. Se ha observado que solamente la depresión materna se asocia directamente a un temperamento más difícil, mientras que la depresión paterna se asocia significativamente al temperamento difícil del bebé solamente en presencia de la depresión materna. Las diferencias también se identifican según el género del bebé, ya que un metaanálisis llevado a cabo el año 2006 con niños/as de entre 3 meses y 13 años indicó que el control inhibitorio y la sensibilidad perceptiva son significativamente mayores en las niñas, mientras que la actividad y la búsqueda de placer intenso son más altas en los niños. Cabe decir que no se identificaron diferencias de género en cuanto a la afectividad negativa.
Respecto los padres, se demostró que la surgencia en estos predecía la surgencia solamente en las niñas a los 4 meses de vida, mientras que la competencia parental de los padres predecía la regulación/orientación solamente en los niños a los 6 meses de edad, por lo que se observó que los padres se vinculan más a sus hijas y que favorecen el desarrollo de la regulación en los hijos.
Teniendo en cuenta la literatura existente, los autores pretendieron: 1) evaluar las diferencias en cuanto a síntomas de ansiedad y depresión posnatal entre padres y madres y la percepción de estos sobre el temperamento del bebé; 2) evaluar de manera independiente para madres y padres los cambios del desarrollo del temperamento de los bebés y si la percepción del temperamento del/a niño/a es diferente según su género; 3) examinar si los síntomas de ansiedad y depresión posnatales en madres y padres a los 3 y 12 meses posparto se asocian con la percepción del temperamento del bebé.
La metodología
En estudio incluyó 188 progenitores italianos (94 parejas) con un nivel socioeconómico medio y sus 94 bebés (55.3% niños y 44,7% niñas).
Las variables de estudio fueron la presencia de síntomas depresivos, valorados con la Edinburgh Postnatal Depression Scale (EPDS), la sintomatología ansiosa, evaluada mediante la State-Trait Anxiety Scale (STAI) y el temperamento del bebé, evaluado con el Infant Behavior Questionnaire (IBQ-R), un formulario de 191 ítems reportado por los padres y que está diseñado para usarse en bebés de entre 3 y 12 meses.
Puesto que este estudio se basa en el seguimiento de una cohorte, la primera evaluación de las variables se hizo a los 3 meses posparto (tiempo 1), momento en el que los progenitores completaron la EPDS, el STAI y el IBQ-R de manera independiente. A los 12 meses posparto (tiempo 2) tanto la madre como el padre volvieron a completar las mismas pruebas, también de manera independiente.
Diferencias y similitudes entre madres y padres sobre los síntomas de ansiedad y depresión posnatal y la percepción del temperamento del bebé en los tiempos 1 y 2
Respecto a la presencia de síntomas de ansiedad y depresión posnatal se confirma que, en comparación con los hombres, las mujeres presentan tasas más elevadas de dicha psicopatología, lo que indica que las madres son quienes presentan un mayor riesgo de desarrollar alteraciones afectivas después del nacimiento del bebé.
Por lo general y en la misma línea que la evidencia previa, las madres y los padres ofrecieron descripciones similares sobre el temperamento del bebé a lo largo del primer año de vida de este, aunque se observaron algunas diferencias notables. A los 3 meses de edad, las madres percibieron que sus bebés presentaban mayor actividad motora de la que percibían sus parejas. Este resultado puede explicarse por el hecho de que las mujeres son el cuidador primario del bebé durante sus primeros estadios de vida, quienes más se vinculan con él y quienes más implicadas están en el cuidado físico y emocional del mismo, así como quienes atienden a las señales del bebé.
A los 12 meses posparto, las madres observan que sus hijos/as presentan una mayor respuesta positiva, con un placer de alta intensidad, reactividad vocal, acercamiento, excitación y anticipación positiva de actividades placenteras. En este momento los padres se encuentran en el inicio de su implicación activa con el bebé, contribuyendo en el desarrollo de las habilidades sociales e interactiva de su hijo/a.
Cambios en el desarrollo y diferencias de género en la percepción del temperamento del bebé
Los resultados obtenidos de la muestra de este estudio van en consonancia con lo reportado por otros autores, lo que sugiere que la mayoría de rasgos temperamentales percibidos por madres y padres muestran cambios en el tiempo; los factores globales para la afectividad positiva/surgencia y para la afectividad negativa aumentaron. También se observó un incremento de las puntuaciones en las siguientes subescalas: nivel de actividad, malestar asociado a las limitaciones, miedo, sonrisa, placer elevado, sensibilidad perceptiva, acercamiento y reactividad vocal. Sin embargo, solamente las madres reportaron que los bebés presentan una mayor capacidad para calmarse y recuperarse del malestar. Estos datos parecen confirmar como durante la primera infancia la actividad motora y la expresión de la afectividad positiva y negativa son aspectos cruciales para el correcto desarrollo. Es más, la mejora de las habilidades motoras en los bebés se asocia a la presencia de habilidades cognitivas más sofisticadas que permiten un mejor control emocional y conductual. Además, a pesar de que el temperamento es un constructo biológico en sí mismo, puede moldearse por la interacción del niño con su entorno, por lo que los procesos de la epigenética pueden explicar las características temperamentales y su falta de estabilidad.
Resulta importante mencionar que los autores del estudio, de acuerdo con lo indicado por la investigación previa, han identificado diferencias en relación con el género de los padres y a las características temperamentales específicas de las niñas y los niños.
Tanto las madres como los padres percibieron a las niñas más receptivas ante las muestras de afecto que los niños. Solamente las madres observaron que las niñas presentan un mayor malestar en respuesta a cambios imprevistos en los estímulos, a objetos nuevos o a los estímulos sociales, en comparación con los niños. Además, solamente a los 12 meses de vida, las madres observaron en los niños una mayor actividad motora.
Por su parte, los padres percibieron una mayor respuesta en los niños en términos de disfrute asociado a la intensidad, ratio, complejidad y novedad de los estímulos, en comparación con las niñas. Estos hallazgos corroboran lo que diversos académicos han demostrado: los progenitores tienden a comportarse diferente ante su descendencia, dependiendo de si son niños o niñas. Parece ser que estos comportamientos y actitudes no solamente presentan un substrato neurobiológico, también tienen una base culturalmente definida. No obstante, es importante destacar que tanto el género de la descendencia como el de los progenitores, así como las características disposicionales, pueden influenciarse mutuamente en la relación madre/padre-bebé.
Asociaciones entre los síntomas de ansiedad y depresión posnatal en los padres y la percepción del temperamento de sus bebés
La sintomatología ansiosa y depresiva en madres y padres se asocia a la afectividad negativa en bebés, definida como miedo, tristeza, frustración y malestar. Las madres con niveles altos de ansiedad y depresión perciben que sus bebés tienen una menor tendencia al acercamiento a la novedad, a la búsqueda de estímulos ambientales y a experimentar emociones positivas. Finalmente, sólo a los 12 meses de edad de los bebés, la ansiedad materna se asocia negativamente al mantenimiento de la atención del bebé, a las muestras de afecto y al disfrute de actividades.
Estos resultados confirman que las madres que reportan ansiedad y depresión prenatal y posnatal tienden a percibir a sus bebés más quisquillosos, con mayores dificultades para adaptarse a situaciones nuevas y para controlarse. Menos se sabe sobre la influencia del estado psicológico del padre sobre el bebé, aunque la escasa evidencia que existe postula que las asociaciones son similares a las de las mujeres: mayores niveles de ansiedad y depresión se relacionan con la percepción del temperamento difícil en el bebé. Los investigadores del estudio consideran que dichas dificultades surgen de la calidad de la relación de cuidado en el contexto de síntomas de ansiedad y depresión materna y paterna. Sin embargo, resulta interesante destacar que los síntomas de los padres se asocian de manera significativa solamente con el temperamento de los niños.
Generalmente, las niñas tienden a presentar problemas internalizantes, mientras que los niños muestran más problemas externalizantes, por lo que se debe concebir la regulación emocional como un aspecto central del temperamento. La presencia de alteraciones en este rasgo se asocia al riesgo de desarrollar dificultades a nivel de funcionamiento psicológico. Por último, estos hallazgos deben considerarse en el proceso transaccional entre genes y ambiente, haciendo especial énfasis sobre las características y habilidades de cuidado de las madres y padres.
Enlace utilizado para la elaboración de la noticia:
Sechi, C., Vismara, L., Rollè, L., Prino, L.E. & Lucarelli, L. (2020). First-Time Mothers’ and Fathers’ Developmental Changes in the Perception of Their Daughters’ and Sons’ Temperament: Its Association With Parents’ Mental Health. Frontiers in Psychology, 11:2066. doi: 10.3389/fpsyg.2020.02066