Separar a madres contagiadas por COVID-19 de sus bebés, ¿buena o mala decisión?
La pandemia por COVID-19 ha alterado la atención sanitaria que han recibido las madres y los recién nacidos, poniendo en práctica medidas que, según la OMS y UNICEF, pueden llegar a ser altamente perjudiciales para la salud física y psíquica de ambos, como la separación de la díada cuando la progenitora es un caso positivo de coronavirus.
En muchos países en los que hay gestantes confirmadas como casos positivos de COVID-19 está aumentando la frecuencia de partos instrumentalizados y por cesárea, así como la separación de la madre y del recién nacido, a fin de detener la transmisión del nuevo coronavirus. Este tipo de medidas puede resultar muy útil a los servicios sanitarios para gestionar mejor toda la carga de trabajo, pero ¿cuáles son las consecuencias de estas prácticas? ¿Cómo se comparan estas actuaciones con las recomendaciones basadas en la evidencia para la atención a la maternidad durante la pandemia?
Durante la pandemia, en EE.UU y China, prácticas como los partos instrumentalizados con fórceps, la inducción del parto y las cesáreas se han llevado a cabo ampliamente, independientemente del estado de la infección por SARS-CoV-2 en la madre y de la decisión de la misma. En el inicio de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció una serie de recomendaciones, que ha ido actualizando, y que incluyen la iniciación temprana de la lactancia materna y la realización del contacto piel con piel con la madre en la misma habitación durante la estancia hospitalaria después de dar a luz. Consecuentemente, la OMS se posiciona en contra del distanciamiento o separación de la madre y del bebé, incluso si alguno de los dos miembros es positivo por coronavirus.
Esta postura también es apoyada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), institución que afirma que la separación de las madres de sus bebés puede alterar la fisiología del recién nacido. El contacto piel con piel ayuda a relajar a los dos miembros de la díada, a regular la respiración y la tasa cardíaca del bebé, a adaptar al bebé a la vida fuera de la matriz, a estimular la digestión y la ingesta, a regular la temperatura, a proteger al bebé frente las infecciones y a estimular las hormonas maternas para la lactancia y crianza.
Siguiendo este hilo, la separación de la madre del bebé puede alterar la producción de leche materna y aumentar los niveles de estrés en la madre. El reflejo de succión del bebé y la estimulación del pecho en la primera hora posparto aumentan la respuesta hormonal en la madre, segregando más oxitocina, la cual reduce el estrés materno, y prolactina, que incrementa la producción de leche materna.
El contacto piel con piel es una práctica vital en las Unidades de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN), ya que mejora la saturación de oxígeno del bebé, reduce los niveles de cortisol después de una intervención dolorosa y puede llegar a reducir la estancia hospitalaria.
No obstante, las guías de práctica clínica de atención a la maternidad recomiendan estas prácticas siempre y cuando se cumplan las medidas de seguridad, como el uso de mascarillas y el lavado frecuente de manos.
Conservando los recursos hospitalarios
Un parto natural es impredecible y planificarlo, a priori, puede parecer una buena idea para optimizar los diversos recursos hospitalarios (como el personal, los espacios, el tiempo, etc.) en el contexto de una pandemia. Mientras que esta estrategia resulta altamente beneficiosa para los servicios sanitarios, no lo es tanto para la salud y seguridad de las madres y los bebés.
Para minimizar la transmisión de la COVID-19 algunas de las medidas que se han adoptado han sido impedir la presencia de la pareja durante el parto y las visitas de familiares y amigos que constituyen la red de apoyo. Además, las clases de preparación al parto se han llevado a cabo de manera virtual, igual que muchas de las visitas de seguimiento prenatales. Este recurso se ha podido aplicar en los países desarrollados, pero no se ha podido hacer del mismo modo o con la misma frecuencia en los países en vías de desarrollo, lo que puede impactar negativamente en la salud mental de la madre y, por consiguiente, del recién nacido.
Ansiedad durante el embarazo y parto
Padecer cierto nivel de ansiedad antes del parto es bastante normal, especialmente en madres primerizas. Sin embargo, el ambiente estresante generado por la pandemia por COVID-19 ha hecho aumentar el nivel de ansiedad al dejar a bastantes sanitarios fuera de juego por estar infectados. Al no poder recibir la atención deseada, estas madres experimentan el final de la gestación y el parto con miedo, razón por la que las demandas de dar a luz en casa han aumentado considerablemente.
Ante esta nueva demanda, el Australian College of Midwives ha hecho un llamamiento para incrementar los servicios comunitarios de atención a la maternidad, proponiendo el uso de espacios vacíos, como centros cívicos o comunitarios, para atender las demandas relativas a la voluntad de dar a luz en casa y para disminuir el riesgo de contagio de las embarazadas, previniendo que acudan a los hospitales a realizar las visitas de seguimiento.
A modo de conclusión
La separación de la díada madre-bebé después del parto, aunque sea de manera temporal y el bebé esté sano, no está basada en la evidencia. De hecho, es una práctica más perjudicial que beneficiosa. Según lo expuesto en este escrito, resulta necesario que los países que apoyan este enfoque reconsideren la aplicación de estas medidas a fin de poder ofrecer un cuidado óptimo a las madres y a los bebés durante la pandemia por COVID-19.
Enlace utilizado para la elaboración de la noticia: